Segun cuentan las cronicas, todo inicio en las batallas que se tuvieron en 1588 entre las tribus chichimecas y los pobladores de Yuriria, a continuacion transcribo el relato íntegro del Cronista Basalanque:
«La tribu Chichimeca fue contra este pueblo de Yuririapúndaro, porque era la primer población que estaba en cerca de chichimecos, al cual le hacían daños continuos hasta nuestros tiempos que se atrevieron atacarle y el pueblo se protegió en la iglesia, ahora ex-convento de San Agustín.
Al entrar al pueblo sobre la puerta de costado de la parroquia, hay una imagen de piedra de San Nicolás y los invasores pensaron que era un guardián, le lanzaron flechas con fuerza que hasta una de ellas se le clavó en la piedra del monumento.
Los Chichimecas al darse cuenta de que no se cayó; vieron que sólo era de piedra y tomaron prisioneros a los yurirenses
que se habían escondido en la parroquia, por lo que asaltaron el pueblo llevándose más indios para utilizarlos como esclavos, entre ellos se encontraba la esposa e hijo del indio Antón Trombón quien en esos momentos no estaba en el pueblo.
Cuando llegó el Ministril Antón Trombón y le relataron lo sucedido, convocó a los heridos y tomó un clarín más dispuesto con corazón que con armas, tomaron los pocos arcos y flechas que les habían dejado y siguieron los pasos de la tribu Chichimeca.
Los encontraron en una barranca llamada el Capulín donde se habían atrincherado aquella noche, el indio cantor Antón Trombón para espantar y vencer a sus enemigos y dar ánimo a su tribu por la deshonra del ultraje que fueron objeto, tocó un clarín y entre las sombras atacaron los de Yuririapúndaro a los Chichimecas, que no percibieron el ataque del pueblo que habían saqueado un día antes, oyendo el sonido del clarín se atemorizaron más pensando que era el general Alonso de Sosa y sus soldados, alborotados y sin orden emprendieron la huída dejando el producto del robo y a los prisioneros de esta forma infantil fueron vencidos y los indios que comando Antón entraron triunfantes a su pueblo natal de Yuriria.
En memoria de aquel hecho se plantaron en la huerta del convento tres sabinos a los que les denominaron «Antón Trombón, María Pacueca y el Niño Perdido»; ya que durante esta batalla el matrimonio tenía un niño pequeño que todavía era amamantado por su madre y se perdiera y nunca fue recuperado por sus padres.