STAFF SOL DE QUINTANA ROO
Ciudad de México.- La muerte de Héctor Beltrán Leyva, “El H”, “El Ingeniero” o “Muerte”, como lo apodaban por lo sanguinario y despiadado con sus enemigos, no pudo ser más beneficiosa en estos momentos para Joaquín Archibaldo “El Chapo” Guzmán Loera, toda vez que era uno de los que conoció todos los pasos del jefe del Cártel de Sinaloa y cuando estaba próximo a ser llamado para testimoniar en el llamado “Juicio del Siglo”, murió víctima de un extraño infarto.
Así lo considera Armando Rodríguez Luna, experto en narcotráfico y
miembro del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia,
quien añadió que la muerte de Héctor no tiene efecto alguno en la
conformación del cártel de Sinaloa, ni en el Cártel de los Beltrán,
una organización casi exterminada, pero si dentro del proceso en
contra de Guzmán Loera, dado los años en los que formó parte de la
organización en los que seguramente conoció información valiosa.
Según informes oficiales, Héctor Falleció el domingo 18 en el Hospital
Adolfo López Mateos, en Toluca, Estado de México, tras sufrir un paro
cardiaco. A las 15:07, las autoridades del penal de alta seguridad El
Altiplano reportaron que presentaba dolores intensos en el lado
izquierdo del pecho. Personal médico de del centro penitenciario le
brindaron los primeros auxilios, pero al no recuperarse lo trasladaron
al hospital donde finalmente murió.
Justo la semana pasada, durante el juicio contra “El Chapo”, en la
corte de Brooklyn, Nueva York, surgieron los nombres de los hermanos
Beltrán Leyva, cuando el gobierno de los Estados Unidos presentó al
testigo Jesús Reynaldo “El Rey” Zambada García, hermano de Ismael “El
Mayo” Zambada García, al que la defensa del “Chapo” señala como el
verdadero líder del Cártel de Sinaloa.
Trascendió entonces que el gobierno norteamericano realizaría los
trámites legales necesarios para llamar a declarar a Héctor Beltrán,
pues si bien mediante argucias legales había impedido su extradición,
si podía haber sido llevado a la corte neoyorquina para testificar,
alternativa que no pudo cumplimentarse tras su repentina muerte.
Informes de inteligencia precisan que los Beltrán fueron el brazo
operativo más importante del “El Chapo”, pues eran los que tenían los
contactos en Colombia y los que infiltraron la Procuraduría General de
la República (PGR) y la Policía Federal para tener a funcionarios de
muy alto nivel al servicio del Cártel de Sinaloa y los que
permanecieron a su lado por varios años, cuando el Cártel de Sinaloa
alcanzó la cumbre.
Sus nexos llegaron más allá de una sociedad en los negocios, ya que
además de ser parientes, eran primos lejanos, la joven Patricia Guzmán
Núñez, sobrina de “El Chapo”, se casó con Alfredo Beltrán Leyva, “El
Mochomo” y procrearon a Alfredo Beltrán Guzmán “El Mochomito”;
actualmente preso en el Centro de Readaptación Social de Guadalajara,
Jalisco.
Héctor, el último de la hegemonía Beltrán Leyva, vivía en Querétaro.
Se hacía pasar por empresario dedicado a la compraventa de arte y
bienes raíces y tras su separación del Cártel de Sinaloa, se alió con
otros cárteles, como el del Golfo y “Los Zetas” para combatir al
Cártel de Sinaloa.
Héctor Beltrán Leyva, nació el 15 de febrero de 1965 en la localidad
de La Palma, municipio de Badiraguato, Sinaloa. Fue el quinto hijo de
un total de ocho hermanos, producto del matrimonio de Carlos Beltrán
Araujo y Ramona Leyva Gámez.
En el negocio de las drogas comenzaron a mediados de la década de los
setentas, cuando “El Chapo” tenía menos de 20 años y como jefe máximo
se erigió Arturo, seguido por Alfredo, “El Mochomo” y después Héctor.
Los Beltrán fueron los que iniciaron de lleno en el narcotráfico a
Guzmán Loera y años después, cuando ya estaban plenamente aliados, fue
Arturo quien le llevó al “Chapo” a un gatillero texano, para que fuera
su escolta personal; después se convertiría en su jefe de sicarios.
Se trataba del norteamericano Édgar Valdez Villarreal, mejor conocido
como “La Barbie” que llegó a convertirse, además de su guardaespaldas
personal, en uno de los hombres más cercanos a Guzmán Loera.
Aunque por varios años los hermanos Beltrán Leyva (Arturo, Alfredo,
Héctor y Carlos), formaron parte esencial del Cártel de Sinaloa,
rompieron con la organización de manera definitiva en 2008, luego de
que Alfredo Beltrán, El Mochomo” fuera detenido por el Ejército. Los
hermanos Beltrán Leyva calificaran como traidor al “Chapo” y lo
acusaron de haber entregado a su hermano.
Tras su deserción, los Beltrán Leyva formaron un nuevo grupo al que
denominaron en principio Cártel del Pacífico Sur y después Cártel de
los Beltrán Leyva y se aliaron con sus antiguos rivales: el Cártel del
Golfo y “Los Zetas” para combatir al de Sinaloa.
Sus acciones resultaron tan brutales que se le consideró como uno de
los cárteles más despiadados por su manera de ejecutar a sus enemigos
El 3 de diciembre de 2009, el Departamento del Tesoro de EU, sancionó
a Héctor Beltrán Leyva bajo la Ley de Designación de Cabecillas
Extranjeros del Narcotráfico, por su participación en el tráfico de
drogas, y le congelaron todos sus activos en el vecino país.
Pese a ello, con un bajo perfil, discreto, Héctor, bajo la imagen de
acaudalado comerciante de bienes raíces y obras de arte, era una de
las piezas más importantes de la organización, hasta que el uno de
octubre de 2014 fue detenido cuando comía en un restaurante de
mariscos, en San Miguel Allende, Guanajuato.
Pero la historia menos conocida es la de cómo él y su hermano Arturo
iniciaron a su primo y compadre Joaquín Archibaldo Guzmán Loera, en el
mundo del narcotráfico.
Todos, los Beltrán y los Guzmán eran primos lejanos, nacidos en la
misma zona, la región montañosa de Badiraguato, Sinaloa y durante años
los Beltrán fueron socios del Chapo Guzmán, alianza que acabó el 21 de
enero de 2008, cuando fue detenido Alfredo y trascendió que quien lo
había “puesto” había sido “El Chapo” Guzmán.
La noche del 7 de mayo de ese mismo año, la Policía Federal
Preventiva, bajo el mando de Édgar Eusebio Millán Gómez, coordinador
general de Seguridad Regional de la Policía Federal, estuvo a punto de
atrapar a Arturo Beltrán en el estado de Morelos, pero gracias a un
pitazo pudo escapar.
Los federales regresaron a su cuartel ya en la madrugada del día
siguiente y como tendrían que regresar temprano a su base, Édgar optó
por no irse hasta su casa, en Xochimilco, sino que decidió ir a casa
de sus padres, en las calles de Magnolia, en la colonia Guerrero.
Su arribo fue poco antes de las 3 de la mañana y justo cuando abrió el
zaguán y dio unos cuantos pasos dentro del predio, fue recibido a
tiros por varios sicarios que ya lo esperaban dentro del inmueble.
Quedó claro que dentro de la misma Policía Federal dormía el enemigo,
porque de otra manera no se hubieran enterado los sicarios de los
Beltrán que el jefe policiaco, de último momento, había decidido no ir
a su domicilio sino a casa de sus padres.
Tan sólo dos días después, el 10 de mayo de ese mismo año, fue
asesinado Edgar Guzmán López, de 22 años, hijo de «El Chapo», en un
estacionamiento de un conocido centro comercial, en Culiacán, a manos
de hombres armados con rifles de asalto y lanzagranadas. La ejecución
también se les imputó a los Beltrán.
A ello siguió una cadena de secuestros, torturas, e innumerables
crímenes contra narco-rivales, elementos federales, abogados e
inclusive mujeres y niños de sus enemigos.
Hasta finales del 2009, el jefe máximo de la organización era Arturo
Beltrán Leyva, al que se le atribuyó el incremento de la violencia en
México, pero el 16 de diciembre de dicho año, “El Botas Blancas” fue
abatido por la Marina, de quien incluso las autoridades hicieron
escarnio, ya que su cadáver, que presentaba cientos de impactos de
grueso calibre, fue “tapizado” de dólares ensangrentados y las
imágenes fueron difundidas a la prensa.
En el operativo resultó muerto uno de los marinos, cuyo nombre se
conoció por el homenaje póstumo que le rindió la Marina Armada de
México.
Eso bastó para que los sicarios de los Beltrán acudieran días después
al domicilio del infante de marina fallecido, Melquicedec Angulo
Córdova, en la ranchería Quintín Arauz, en Tabasco, y mataran a toda
la familia del marino.
No obstante, la caída de Arturo provocó la fragmentación del cártel y
los grupos que estaban bajo el control de los Beltrán se
independizaron con mayores márgenes de autonomía, surgiendo Los Rojos,
los Guerreros Unidos, La Aplanadora, Los Carretes y muchos otros más,
principalmente en Guerrero, aunque también en la Ciudad de México,
donde aparecieron grupos como la Unión Tepito y los apéndices que de
ahí emanaron, así como el Cártel de Tláhuac y otros más.
Diez y siete días después, el 3 de enero de 2010, fue detenido en
Culiacán, Sinaloa, Carlos Beltrán y fue entonces cuando Héctor asumió
el liderazgo absoluto y continuó con la ola de ejecuciones y hechos
violentos.
A su sobrenombre de «El Ingeniero», por la forma meticulosa como
supervisaba los cargamentos y el tráfico de droga de su grupo, se
adjudicó otro, el de “Muerte”, por el cúmulo de crímenes perpetrados
principalmente contra miembros de la organización de su odiado rival:
“El Chapo” Guzmán.
Por medio de la violencia, Héctor dio un violento giro a su
organización y consiguió incluso combatir a su rival, el cártel de
Sinaloa, en su mismo bastión, en el corazón de su territorio, en las
montañas del “Triángulo Dorado” que conforman las zonas limítrofes
entre Durango, Sinaloa y Chihuahua.
Entre los crímenes más arteros, figuró el de Alejandro Coronel, de 16
años, hijo de Ignacio “Nacho” Coronel Villarreal, tío-suegro del
“Chapo” Guzmán.
El 5 de abril de 2010, un grupo de “Los Zetas”, encabezado por José
Luis Estrada, “El Pepino”; que se identificaron como policías llegaron
al complejo turístico El Tigre e irrumpieron en el departamento 214
del condominio Green Bay, ubicado en Bahía de Banderas, Nayarit, y se
llevaron al joven y a uno de sus primos, a quienes ejecutaron
enseguida.
Ese mismo día “El Nacho” reaccionó violentamente y con cerca de un
centenar de pistoleros se dirigió a San José de Costilla, Jalisco., en
15 vehículos.
Llegaron a una casa ubicada en las afueras de esa localidad y la
ametrallaron, Hubo 12 muertos que sacaron del lugar y los llevaron a
un predio donde estaba la plataforma de un tráiler. Les rociaron
gasolina y les prendieron fuego.
En esa misma área se localizó también una camioneta Cheyenne con otros
tres individuos. Uno de ellos había sido “El Pepino”.
Los lugareños, que atisbaban por las ventanas ya que no se atrevieron
a salir, dijeron que durante el tiempo que tardaron los cuerpos en
calcinarse, “Nacho” Coronel gritaba como loco que salieran a
responder, que dieran la cara y seguía disparando, pero nadie salió y
ninguna autoridad acudió al lugar, hasta horas después que los
asesinos se habían ido.
Pero aún “Nacho” Coronel no había quedado satisfecho y el 13 de abril
llegó con sus pistoleros hasta Hermosillo, Sonora, a la residencia de
Héctor, al que culpaba directamente del secuestro y la muerte de su
hijo.
Se introdujeron violentamente al inmueble y se llevaron como rehén a
Clara Helena Laborín Archuleta, esposa del “H”.
Pese a ello, no hubo respuesta alguna de Héctor y casi una semana
después, el 20 de abril, la señora Laborín apareció maniatada y con el
rostro cubierto con vendas, en la esquina de Reforma y Luis Donaldo
Colosio, junta a la Universidad de Sonora.
Junto a la mujer se hallaron tres mensajes para Héctor:
“Nosotros te vamos a enseñar a ser hombre y a respetar a la familia,
asesino de niños”.
“Aquí está tu esposa, por la que te negaste a responder. Te la entrego
sana y salva para que veas y aprendas que para nosotros la familia es
sagrada”.
“Nosotros no matamos mujeres ni niños, únicamente vamos por ti, Hache
y por el Dos Mil, así como por varios policías”.
Nunca hubo respuesta de Héctor Beltrán y “El Nacho” Coronel moriría
abatido el 6 de julio de 2010, en un enfrentamiento con miembros del
Ejército, en Zapopan, Jalisco.
Héctor sería capturado 4 años después, el 2 de octubre de 2014 y
finalmente moriría víctima de un extraño infarto el pasado domingo 18,
cuando se vislumbraba su posible participación en el juicio instaurado
a su más odiado enemigo: “El Chapo” Guzmán.
Por lo que respecta a Clara Elena Laborín, quien de Miss Sonora pasó a
ser “La Señora”, pues ya había tomado las riendas del negocio, fue
detenida el 14 de septiembre de 2016 y se encuentra presa en el penal
de Santiaguito, en Almoloya de Juárez, Estado de México.