El Valle de Santiago, a cuatro horas del Distrito Federal de México, en el Estado de Guanajuato, se hizo famoso en todo el mundo por sus verduras gigantes. A mediados de los 70 un sencillo campesino, José Carmen García Martínez, logró cosechar acelgas, nabos, lechugas y otras verduras de enormes dimensiones, en un tamaño realmente gigantesco.
Este extraño suceso puso a Valle de Santiago en la mira de muchos personajes públicos relacionados o interesados en los fenómenos insólitos. Las televisoras de diversos países se dieron cita en la milpa de Don Carmen. Así la hija de Jack Palance transmitió uno de los reportajes de “¡Aunque usted no lo crea!” (Ripley). Lo mismo hizo Virginia Sendel Lemetre para el programa “México mágico” de Televisa. También llegó la señora Carmen Romano de López Portillo, quien llevó al mago Uri Geller para que éste detectara las “extrañas” emanaciones del lugar.
Valle de Santiago no ha dejado de ser noticia e imán para los ufólogos. Entre sus visitantes se pueden contar Pedro Ferriz Santacruz, Salvador Freixedo, Juan José Benítez, Fernando Jiménez del Oso, Sixto Paz y otros.
José Carmen García logró obtener cosechas de acelgas del tamaño de una persona (de 1.50 a 1.85 metros), coliflores (repollos) de 43 kilogramos, cebollas de proporciones similares a las de la cabeza de un niño, rábanos de 20 kilos, coles que apenas podían cargarse entre cuatro personas, nabos y lechugas gigantescas…
Los fenómenos, aunque realmente sorprendentes, no hubieran pasado de ser una curiosidad botánica de no ser por la aparición de Óscar Arredondo Ramírez. Este singular personaje, delegado de turismo de Valle de Santiago, es un fotógrafo profesional que tiene su estudio y local de trabajo, Fotografía
México, en la calle de Juárez, casi en la plaza central de Valle de Santiago. El estudio de fotografía de Arredondo es una auténtica galería de lo insólito. Todas las paredes y vitrinas están tapizadas de imágenes fantásticas. Ahí se mezclan, marco con marco, las fotos de los ufólogos con las de monstruos antediluvianos, verduras gigantes, rostros de Cristo y OVNIS.
Arredondo aconsejó a José Carmen para que dijera que la “fórmula secreta” provenía de las enseñanzas de seres extraterrestres que le visitaron tiempo atrás. Según Arredondo el método para “fabricar” esas verduras se basaba en procesos astrológicos dictados por entes de otros mundos. Las verduras crecen de ese tamaño porque, mediante la astrología, se escoge el día y hora más
adecuados para sembrar la semilla. El lugar de siembra se determina mediante un péndulo. A cada semilla se le saca una especie de carta astral para poder determinar las mejores condiciones para su siembra. De esa manera tenemos que una acelga podría ser de signo Aries, mientras que un nabo sería Acuario o una cebolla podría ser Piscis. ¿Ridículo? ¡Sí! Y sin embargo mucha gente creyó esas tonterías.
¿Cuáles eran las intenciones de Arredondo? Además de aportar una “prueba” de la realidad del fenómeno OVNI (tema que es una obsesión para el fotógrafo), podría atraer la atención de las autoridades hacia su ciudad (y su persona), y crear un polo de desarrollo agrícola para generar una
mayor derrama económica en la zona. Por esa razón, Óscar logró establecer contacto con personajes tan importantes como el mismo Secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos, el ingeniero Francisco Merino Rábago, con quien se revinieron el 20 de septiembre de 1977 en las oficinas de la propia secretaría. En ese lugar Óscar planteó lo siguiente:
“Imagínese Valle de Santiago con los cráteres de las Luminarias infestados de verduras y frutas gigantes; creo que el problema del hambre sería menor. Pero si digo cómo hacer verduras gigantes, el rico se volverá más rico”.
En dicha reunión Óscar y Carmen García ofrecieron entregar la fórmula a cambio de que se cumplieran dos condiciones: La creación de un parque nacional en la ciudad de Valle de Santiago y la construcción en el sitio de una escuela de agricultura, precisamente en el interior del cráter llamado La Joya de las Flores.
Arredondo propuso llevar a cabo un experimento entre los técnicos de la secretaría y los campesinos vallenses. Ambos sembrarían diversas hortalizas en un terreno neutral de Tangasneque, cerca de Tampico, Tamaulipas. El experimento se hizo en 1977. Se dividió el campo en
dos parcelas iguales, de aproximadamente 20 hectáreas cada uno. Los ingenieros agrónomos sembraron las hortalizas utilizando técnicas convencionales y usando abonos, de acuerdo con los métodos aprendidos en la Universidad de Chapingo. Los campesinos, “pared con pared” (según las propias palabras de Arredondo), utilizaron sus propios procedimientos, “según su secreto saber y entender”. Ambos grupos se vigilaban mutuamente.
En abril de 1978 llegó el momento de la cosecha. Los campesinos obtuvieron cinco a ocho toneladas por hectárea, mientras que los agrónomos rebasaron fácilmente las 100 (107 para ser exactos). Al saber los resultados, Merino corrió al fotógrafo y no quiso saber más de él.
Pero Óscar cuenta la historia de manera diferente. Para él quienes resultaron vencedores fueron ellos, mientras que los derrotados fueron los ingenieros. Pero si eso hubiese sido verdad dudo mucho que Merino Rábago hubiera dejado ir la oportunidad de convertirse en el salvador de la patria (y tal vez del
mundo), al mostrar urbi et orbi las bondades de un nuevo método de cosecha que eliminaría de raíz los problemas de alimentación de la Tierra. El secretario de Agricultura se olvidó del asunto porque, además de obtener una cosecha infinitamente más pobre, los frutos que se conseguían por el método astrológico-rabdomante-extraterrestre eran casi pura agua. En efecto, el gran volumen se conseguía por la gran acumulación de agua en los tubérculos, de tal manera que una enorme col de 45
kilogramos tenía el mismo valor nutritivo que una col normal. Alguien que se alimentara de esas verduras moriría de hambre (aunque no de sed).
https://marcianosmx.com/