La culpa de todos mis males es todo lo que me hicieron cuando estaba chiquillo medallas… Haz de cuenta, siempre que ando en la calle me estoy fijando si alguien me está viendo; o puede ser que ande vestido de tal o cual forma, y siento que más de uno de me está juzgando mi forma de vestir, o de caminar, o de peinarme… Todos esos complejos los tengo porque desde la más tierna infancia mi
mamá y mi papá estaban jodiendo con: «Mira nada más cómo andas, ¿qué va a pensar la gente de ti?… Desde ahí me metieron en la cabeza el «Qué dirán»… Han pasado 25 años, la edad que tengo, y no he podido desafanarme de eso… Siempre voy viendo si alguien me mira… Esta es una situación media pendeja, pero pos mejor no le hago caso, aunque me esfuerzo… Pero siempre regreso otra vez al qué
dirán… A ver, pásame una Caguama, pero de esas que están bien frías… Aquí te van, pero no vayas a empezar a inflar como los albañiles… ¿Cómo es que inflan o toman, mi querido Watson?… Pos mira, invariablemente los albañiles no toman cervezas de media… Eso era antes… Con la crisis empezaron a usar Corona Familiar, porque la verdadera Caguama es marca Carta Blanca, aunque ya por costumbre
a todas botellas de casi un litro le decimos Caguamas… Hubo una vez que sacaron una cerveza de ese tamaño y le llamaron «ballenas»… Pero no pegó, imperó la palabra «Caguama»… Aparte de que está difícil conseguir una verdadera Caguama Carta Blanca… En fin, el caso es que los albañiles compran una caguama y como distintivo, si es un grupo se la están rolando, uno con otro, sin vaso, directamente en la botella… Si el albañil es de media cuchara o cuchara entera -o sea maistro-, se
compra su botella y se la va tomando… pero los albañiles nunca se toman la caguama de volada, o a tragos grandes… Siempre se la están «chiquiteando», por costumbre… Se la llevan despacio con el objeto de que les dure lo más que se pueda… De manera que gasten menos dinero, mientras más duran, menos gastan… Son buena onda, muchas de las veces se les confunde con gente revoltosa… Digamos que antes sí era así, pero ya no ha habido tanta bronca… Además, el albañil siempre traía su
radio… Luego traía su grabadora con casets de diferentes artistas… Ahora traen una bocinita de esas que se cuelgan en el cuello, y una memoria llena de canciones de todos los tipos… Van a un ciber y piden que le pongan música de toda, para que no se aburran a la hora de estar chambiando con los ladrillos o tabiques… En eso llega el ingeniero o el arquitecto que lleva la obra, y se ponen a chupar con ellos, haciéndose un albañil más, pero con título… Por cierto que un albañil siempre trae el
sentimiento contra los ingenieros o arquitectos diciendo que estos no saben ni madres… Fíjate que Juan Rodrigo, el amigo aquél de Abasolo Puente Grande, siempre ganaba buen dinero… Por eso su mujer estaba muy contenta, el hombre llegaba cada quincena y le dejaba todo el cheque… A veces de 10 mil, a veces hasta de 28 mil… Para que veas que era buena gente, Juan Rodrigo le entrega el cheque y le decía a la mujer: «Ai cámbialo, a mi nada más me das para algún refresco»… Es que este amigo era chofer en la Flecha Amarilla… Nada más llegaba a la casa los días 20 al 25 de cada mes…
Los demás días, se la pasaba chafireteando, o quiero decir, operando el autobús que le asignaban… Mientras el laboraba, la mujer se quedaba con los hijos, supuestamente «sola»… Claro que ella tenía a sus padres, claro que tenía a sus hijos, a sus primos y hermanos… Pero la mujer siempre dice que «me dejó sola»… Se siente angustiada, no se puede dormir, o duerme muy poco, siempre en actitud de
esperar al marido, de que le hable por celular, de que le mande un mensajito… Por el hecho de estar manejando él no puede contestar ni hablar a cada rato, menos mandar mensajes… Al principio ella se ponía a rezarle al santo de su devoción para que su marido chofer u operador estuviera bien en el camino, y que ella estuviera bien con sus criaturas… Pero fue pasando el tiempo, y las cosas se fueron cambiando… Ahora ella ya no le reaza al santo de su devoción…. Y tampoco se imagina a su marido
trabajando, ahora le entran méndigos y perros celos, pensando que en las noches él «Se ha de quedar con alguna vieja», «de seguro con una uta en algún hotel de mala muerte»… ¡Desgraciado!… «Mientras yo estoy sola aquí, con mis hijos, qué desesperación»… «¿y qué hace el méndigo los domingos, no creo que se la pase maneje y maneje»…. Eso piensa ahora, y cuando Juan Rodrigo llega, le dice exactamente lo que piensa: «Qué haces. Por qué tanto días. ¿Por qué no trabajas mejor de chofer en
un taxi, para que tengas tiempo de venir a comer, a estar con tus hijos. Nunca estás cuando salen de fin de cursos, nunca estás cuando sale Daniel vestido de payasito»… Así pasa, «el amor acaba», pero no por la chamba sino por los méndigos celos surgidos de una mente con ansiedad… ¿Eda qué sí?… Pos sí…