A Red de Movimientos Feministas en Guanajuato Capital
nos llegó la siguiente denuncia contra Gibran Agustín Estrada, dentista en el municipio de Jaral del Progreso. Condenamos enérgicamente toda violencia hacia la mujer, y como pueden ver en las fotografías, las publicaciones misoginas si son un fiel reflejo de la manera de pensar y actuar.
«Me llamo Raquel, tengo 33 años y soy de Jaral del Progreso, Gto. Esta es mi historia, conocí a mi agresor un 11 de diciembre del 2012 , él era todo lo que en ese momento quería….atento, detallista, romántico… duramos 2 años de novios, y un noviembre me doy cuenta de que estaba embarazada, así que sin planearlo y de rápido para evitar «dar de que hablar» nos casamos por el civil un 21 de noviembre, ahí empezó todo, ya que nos fuimos a vivir a casa de sus papás , el es muy apegado a ellos de una forma quizá
enfermiza.Yo trabajaba fuera de jaral así que tenía que salir a las 6 de la mañana y regresaba a las 6 de la tarde, amaba realmente mi trabajo, era el lugar en el que me sentía más cómoda y feliz, ya que en casa de los suegros, casi diario pasaba corajes, derivados de malos tratos, humillaciones y
demás por parte de su familia. Y él solo decía que lo ponía entre la espada y la pared. Tuve a mi hijo y con él en mis brazos conocí al amor de mi vida. Mi bebe tuvo muchas dificultades para nacer, casi morimos él y yo en el parto. Al cumplir el niño 1 año, mi pareja y papá del bebé me exige que
renuncie a mi trabajo …»Y si no lo haces mejor ya ni llegues»… fueron sus palabras, yo con miedo y tristeza renuncié, ya que me decía que no había nadie que pudiera cuidar al niño, en ese tiempo yo aportaba para la casa que se estaba remodelando, así como para mis gastos personales, en un
momento yo pagué la renta de una casa para no estar con los suegros y yo me encargaba de la manutención de está, él con el pretexto de que él estaba remodelando la que sería nuestra casa. Renuncié al trabajo y me quedé en su consultorio ya que él es dentista, yo apoyaba con la agenda, atención a pacientes, limpieza del consultorio y todo lo que se ofreciera. Incluyendo
asistente dental, me encargué de la promoción, y demás, grave error, ahí empezaron los problemas. Nuestros pleitos más grandes fueron por causas laborales o por cuestiones familiares derivadas de los suegros o mi cuñada . La casa se terminó de remodelar y nos cambiamos, ahí empezó el infierno, teníamos 4 meses de habernos mudado cuando por no querer asistir a una reunión familiar de parte de él, me proporcionó la primera de muchas
golpizas. Recuerdo yo estar en un rincón del comedor y el dándome muchas patadas, golpes en la cabeza, y diciéndome » te odio perra». Al grado que los vecinos hablaron a la policía, que de nada sirvió ya que él no abrió la puerta y sólo me dio ibuprofeno para que no me doliera. Al día siguiente fuimos a la plaza y me compro un reloj, así transcurrieron varios acontecimientos, como la vez que me saco el aire por pegarme en la boca
del estómago, y me compró la bolsa que me había gustado, o la vez que me golpeó tanto en la cabeza que cubrí los chipotes con mi nueva gorra deportiva que hacía juego con mis pants nuevos, y así mi clóset se llenaba y los golpes aumentaban. Las humillaciones, los días sin dormir llorando por las palabras hirientes y la indiferencia. Contar cada una de las experiencias resulta doloroso, pero liberador.Mi familia desconocía del todo la situación, ya que yo procuraba que no notarán lo que se vivía, pero claro eran mi
papás lo notaban y sospechaban, algunas veces trataron de ayudar pero yo me negaba. Seguido se me corría de la casa que vivíamos, pero yo no me salía, prefería los golpes al » que dirán». El 13 de noviembre hubo un pleito por qué unos pacientes no estuvieron conformes con el trabajo, y como siempre remato conmigo, me dejó encerrada en el consultorio y me dijo que era capaz de matarme si me atrevía a ir a la casa. Esa noche marqué a mi
papá y fue cuando les platique todo, al día siguiente mi papá fue a buscarlo para hablar de la situación, me dijo que me regresara a la casa de ellos que siempre sería mi casa y que mientras él viviera no tenía de que preocuparme. Él jamás le dio la cara, esa noche mi papá falleció de un infarto. El jamás estuvo conmigo ni en el funeral, ni en misa , ni cuando
llevamos sus cenizas. Ahí fue cuando de la manera más macabra me dí cuenta que todo estaba perdido. Traté de vivir mi duelo, pero siempre estaba él diciéndome cosas hirientes. El 3 de enero lo dejé, me regresé a casa de mi mamá y ahí empezó la depresión más profunda que hasta la fecha he vivido. Eran dos duelos que estaba viviendo, no me daba hambre, no dormía, solo lloraba, no tenía ganas de vivir. En algún momento le pedí ayuda, le dije que sentía que me iba a morir, él me mandó un mensaje
diciendo que era lo mejor que le había pasado librarse de mí.
Recurrí al psiquiatra ya que llevaba días sin poder dormir, llegue a olvidar bañarme, cambiarme de ropa.El 4 de febrero voy por mis cosas a la casa y me prohíbe la entrada que hasta que su asistente me acompañara para ver qué sacaba, me llené de coraje y me metí por la llaves, a lo cual forcejeamos y me proporcionó la última golpiza. Ese día acudí al Instituto de la Mujer Guanajuatense, y al día siguiente me refugiaron 3 meses, ya que hubo amenazas de su parte y con arma de fuego. Me refugiaron con mi pequeño y ahí recibí ayuda psicológica, psiquiátrica y jurídica. Conocí muchas
mujeres que se hicieron mis amigas, convivíamos juntas las 24 horas los 7 días de la semana, conocí sus historias, de aquella mujer a la que le aventaron agua hirviendo y la enterraron viva y logró sobrevivir.
La que la violaron entre 3 y resultó con un bebé que no pudo dar en adopción, al final amo a su hijo. La que su esposo era celoso y rompía celulares y no la dejaba arreglarse ni salir. A la que mutilaron de sus partes íntimas. La que destruyeron sus mano y tenía clavos. Valoré cada cosa que tenía, una casa a dónde llegar ( la de mis papás claro), una familia, mi carrera, que en un momento abandoné, mi hijo. Ahí aprendes a vivir con lo básico, pero por primera vez en mucho tiempo me sentí feliz.
Me sentí nuevamente yo. Al salir del refugio me enfrente a la cruda realidad. Obviamente demandé por violencia familiar, y para solicitar el divorcio. Pero quizás lo más difícil no fue estar frente a abogados, si no enfrentarme a una sociedad que juzga, que opina, que hiere, que para los hombres eres una loca ardida. Y para algunas mujeres una mensa…» Si lo tenía todo con él «, » seguro la dejo por floja», » pues por algo le pegaba».
Y sobre todo a las burlas y a estar en medio del que dirán, ser el nuevo chisme del pueblo. Duré un mes más sin salir de casa, para nada, tenía miedo, mis terapias seguían, y un día me decidí a salir, me arreglé, maquillé y salí. Tal parece que cometí un pecado: «mírala recién dejada y ya anda así», pero no me dejaré vencer, y entiendo a tantas mujeres que pasan por lo mismo, y que muchas prefieren no denunciar, no decir nada por miedo, vergüenza o resignación.Uno de los motivos mas grandes es mi hijo, no quiero que normalice la violencia.Por su parte el agresor sigue atacando, se burla de la situación en redes sociales, saliendo con jovencitas de las cuales se aprovecha, enviándome amenazas y publicando cosas misoginas.
Lamentablemente vivimos en un pueblo pequeño donde todo se sabe. Ahora mi plan es buscar lo mejor para mi y para mi hijo».