Por David Saucedo*
Guanajuato, 31 de diciembre (Pop Lab).– Querétaro siempre ha hecho gala de una situación de aparente excepcionalidad en materia de combate a la delincuencia organizada. Los sucesivos gobiernos estatales queretanos han presumido la condición cuasi insular de la entidad enfatizando que, a diferencia de otros estados azotados por conflictos entre grupos del narcotráfico, “en Querétaro no hay y no operan cárteles de la droga”. De acuerdo con versiones oficiales, una virtuosa mezcla de cuerpos de
seguridad impermeables a la corrupción, una Fiscalía profesional y avispados líderes políticos, habrían evitado que los cárteles izaran su bandera en el estado. En privado, integrantes del gabinete de seguridad del Gobernador Francisco Domínguez Servién señalan que el único riesgo para la paz construida con tanto esfuerzo a lo largo de los años, provendría de fuera, es decir, de conflictos gestados en “narcoestados” como los de Guanajuato y Michoacán.
Con los indicadores de la actividad económica, turística e industrial en mano, los equipos de comunicación de varios gobernadores (priistas y panista por igual) han apelado continuamente a un sentimiento de identidad y orgullo queretanos para montar sus estrategias de mercadotecnia política y de promoción del voto. Alejandro Echeverría Cornejo, actual Fiscal General, ha negado insistentemente y hasta con una dosis de fastidio, la presencia de cárteles de la droga en la entidad. Incluso el propio Gobernador Domínguez Servién insiste en señalar que un
componente importante del combate a la delincuencia consiste en “blindar” al estado de Querétaro del “efecto cucaracha” proveniente de la guerra de cárteles que se desarrolla en el vecino estado de Guanajuato, entre el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL) y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Lo mismo comentó en su momento el ex Gobernador José Calzada Rovirosa, a propósito de la dispersión que provocó la desarticulación y atomización de los grupos del narcotráfico que operaban en el estado de Michoacán. Se da por sentado que Querétaro es un estado libre de delincuencia organizada y que en realidad la amenaza proviene de estados y gobernadores que no saben, no pueden o no quieren hacer la tarea.
Pero el reciente cruce de mensajes, vía cartulinas y narcomantas, por parte de grupos delictivos en el municipio de Corregidora, así como las balaceras y asesinatos ocurridos en la capital queretana a lo largo del año dejan en claro dos cosas. Primero, el Cártel de Santa Rosa de Lima opera en varios municipios del estado de Querétaro que colindan con el estado de Guanajuato. Segundo, el CJNG, nuevamente, ha decido expandirse apoderándose en esta ocasión del estado de Querétaro y eliminando con ello a las células del José Antonio Yépez Ortiz, alias “El Marro”, que operan en los municipios de Corregidora, Pedro Escobedo, El Marqués, San Juan del Río y Querétaro; y de paso exterminando a las células de los Caballeros Templarios que aún deambulan en Amealco, Huimilpan y en la propia capital del estado. La guerra de cárteles finalmente llegó al estado de Querétaro.