María Angélica y Juan José eran dos jóvenes o jovencitos novios, cuando decidieron irse a la casa de él, allá en la colonia La Aldea… Estuvieron, desde luego con sus familiares -de él- pero pronto ellos se fueron al norte, y dejaron a la pareja viviendo solitos… Pobres, pero con casa, de piso de tierra… El
muchacho trabajaba lavando carros, ahí por el jardín De los Pájaros Caídos, y lograba juntar una lanita para cuando menos tener para la comida del día… No tuvieron hijos, pues ella resultó con problemas en el vientre, y pues así quedó… En tanto lavaba ropa para algunas familias, y de esta manera ella
también tenía entradas de dinerito… No obstante, y desde luego, no alcanzaba para todo… Tal vez esta pobreza los tenía unidos… Lo que más agradecía a Dios la señora es que el muchacho no tenía el feo vicio de embriagarse, no era borracho, ni fumaba, lo cual es peor que la tomada… Cada domingo se iban a misa al Templo de la Preciosa Sangre de Cristo, y se persignaban… En fin, se miraba como
un matrimonio pobre, pero feliz, como en las novelas de antes… Sí, las de antes, como aquellas películas de Pedro Infante en que eran felices, no como las novelas de ahora que salen puros riquillos y que según viven de lujo, saliendo en en Canal de las Estrellas, creadores de ese tipo de famlias
lujosas…. pero que la gente de todos modos sigue viendo esos churros televisivos… En fin… Bien, pues en tanto Juan José seguía laborando en la calle lavando los carros… Cobraba cierta cantidad por cada lavada de carro… Pero a veces le daban alguna propina extra por el servicio realizado… Hombres
y mujeres llegaban ahí, para el servicio de lavada de su unidad, sea automóvil, carro o vehículo de cuatro ruedas… Camioneta o carro… En fin… Un día de esos, llegó una señora ya de unos 50 años de edad, bien vestida, arreglada, y le dijo a Juan José que le levara la unidad… A lo cual aceptó, como
siempre con todos los clientes… La mujer se fue mientras tanto a un salón de belleza, en donde la maquillaron una vez más y las arreglaron las uñas… De ahí se fue al banco Bancomer, único que hay en nuestro Pueblo Mágico -lo cual da pena-, y se regresó hacia la calle donde estaba su unidad
motriz… Al llegar, resulta que Juan José se puso de pie, para informar que ya estaba limpio el carro, puso su mejor cara… y resulta que la señora se dio cuenta que este muchacho tiene los ojos verdes, un tanto claro, pero le resultaron atractivos a ella… Y para agregar, la sonrisa atenta del Juan José le
agradó y le cayó muy bien… Esto causó que la señora acudiera primero una vez por semana a la lavada del carro, y ya después dos por semana… Ella empezó a hacerse la simpática, la alegre y consentidora, como toda mujer que busca ser amada…. El muchacho reaccionó positivamente cuando la señora le dijo que se si subía al carro para ir a comer, que lo invitaba… Todo penoso, pero con ganas
de sentir la aventura, se subió y se fueron a comer… Cayeron en el restaurante El Bagre, ahí por el libramiento… Ella se sentía orgullosa de tener de cerca esos ojos verdes y esa juventud… Y pues para qué te la largo, a la tercera ida a comer, pero ahora a Salvatierra, se echaron unas cheves, pero aparte ella pidió unos tequilas…. Y ya sabrás lo que pasó en ese cuarto de motel del rumbo… Se hicieron
amantes, se daban con todo, hasta quitarle las medias con los dientes, y un poco más… Como ella sabía que Juan era casado, se le ocurría irse con él al mercado y surtirle la despensa, comprando abarrotes, frutas y legumbres… Juanillo llegaba a su casa muy contento, maravillando a su linda esposita, la cual quedó muy contenta… Ahora había más comida, y cada semana llegaba la bolsa
repleta de surtido rico… Claro, después de que los amantes se inundaran de sudor en aquellas camas del motel de tres estrellas… Así las cosas fueron transcurriendo y la felicidad había aumentado entre
este joven matrimonio…. Hasta que…. hasta que, la joven esposa de que su marido andaba «con una vieja bien vieja»…. Dos pinches viejas del barrio le fueron a decir a María Angélica: ¿Oye, amiga, ya
sabes que tu Juan anda con una señora?… Ella contestaba: «Sí, sé, bueno eso me han dicho»…. ¿Y qué no te da coraje, no le reclamas nada? Te está poniendo cuerno»… Pos no, sí anda, pero pues desde que anda, pero esa señora me manda mandado, frutas, verduras y otras cosas… Las amigas se
admiraron: ¿Que quéé? ¿estás contenta porque ande con una vieja tu marido?»… Sí, pues, desde entonces comemos mejor, y nos ha ido bien, el dinero alcanza… Y a veces la señora me manda chocolates, jejeje… Vaya, qué humildad, ¡o qué pendeja!, decían las pinches comadres del rumbo…
Mira que hasta presume lo que le manda la que le pone los cuernos, ¡qué bárbara!… Y pues sí, por más que le querían poner la ponzoña para que hicieran lo que ellas le decían, la esposita de Juan, aceptaba que él anduviera con la señora, porque le mandaba despensa… A la fecha, siguen siendo felices, y las pinches partientas y vecinas llenas de envidia…. Me cai…