Juan Alberto tenía la sensación de que esta amiga, Marielena, iba a ser su nuevo amor, y que con ella sí tendría una nueva vida, una vida de tranquilidad… Una secuencia de trabajo, llegar al hogar, ser bien recibido, le ponen la comida en la mesa, le sirven, come a gusto, luego se pasa a la sala a ver la tele, en donde disfruta de un programa… Después se quedaría dormido por un rato, descansando así
tras la dura tarea del trabajo en la fábrica… Así se imaginaba, y ya parecía que iba a entrar a esa nueva forma de vivir, con esa mujer que además le tendría la ropa ya lavada y planchada, la cama lista para dormir, y antes de echarse a dormir, un round de amor y sexo, bajo las facilidades y ofrecimiento que
seguramente Marielena le tenía preparada en cada tarde y noche… Además de que al otro día por la mañana, dicha mujer le tendría su lonche preparado para que se fuera a trabajar, muy a gusto, siendo despedido con un beso al salir hacia la puerta de la calle… Todo eso es lo que más o menos se
imaginaba… Y esa imaginación se debía a que con su actual esposa no había nada de eso… Francisca siempre estaba de mal humor, no digamos que enojada, simplemente, de mal humor, geniosa… Y ya con eso se armaba un gran problema entre estos dos integrantes de esta sensible pareja… Ella nunca hizo de comer ni de desayunar, ni de cenar cuando estaba viviendo en su casa, siendo soltera, al lado
de sus padres… Tenía una madre muy de esas que no quieren que su hija esté haciendo labores domésticas, en razón a que ella, la madre, había tenido una vida de sufrimiento con sus padres, quienes la usaban en forma de sirvienta para todos los usos y beneficios… Así que desde niña era la
«gata» de la casa, la mamá le salió medio webona, no digamos que al extremo, pero sí, muchas actividades se las pasaba a la muchacha… Por lo tanto, ésta, al crecer y luego casarse tuvo a la niña Francisca, a la cual siempre la tuvo muy consentida, no la impulsaba a ayudarle a barrer, trapear,
cocinar, en fin… Siempre estaba «de oquis», o sea, sin hacer nada… Viendo la tele todo el día… Y eso que todavía no existía el teléfono celular con su pantalla incluyendo guasap, Feis y hasta Tik Tok, hubiera sido más webona, claro, como las generaciones de ahora… Pero en fin, el tema es ella, que su madre nunca la puso a hacer, simplemente, el quihacer… Por lo tanto, a la hora en que se casó con
Juan Alberto, pues… ella no estaba acostumbrada a ninguna actividad… Y eso le hacía encabronar a este buen marido… porque hasta eso, las webonas siempre han de agarrar un buen hombre, cumplido y trabajador… Pero había algo más, la Francisca, aparte de no hacer prácticamente nada, tampoco le gustaba tener relaciones sexuales… Ahí sí, no se sabe por qué motivo, o si fue su mamá quien la
adiestró o impulsó a ser así… Quién sabe… Tuvo una primera relación de amor con su Juan Alberto, y posiblemente le quedó la sensación de que hacer el amor no es sólo placer, sino también un forma de dolor, lo cual no le agradó, por eso cerraba «las puertas» de su cuerpo a su marido… Fue por eso que Juan tuvo que buscar una buena amiga que le diera servicio, inicialmente, sexo porque ya le urgía…
Como todo hombre, se dice, requiere de la actividad sexual… En ese aspecto Marielena le sirve y comparte excelentemente bien… Y se llevan bien en todos los planos… Entonces, siendo que esta mujer es buena para el amor, se imaginaba que también para el diario quehacer de la vida, en el cuarto, en el pasillo, ante la lavadora, en la cocina, etc… Así que considerando que si Marielena era
buen para el acto setsual, también le sería buena como esposa, o su equivalente… De modo, que se hizo el procedimiento, y tras unas discusiones, el hombre se divorció de Francisca… Ella estuvo de acuerdo, porque no quería hacer el quihacer, como lo es una buena ama de casa… Así que se safó de este marido, y todo quedó en regla, separados sin mucho derecho porque no tuvieron ni un hijo…
¿Qué pasó después con Juan Alberto?… Pues que todo era felicidad, por fin tenían con quien hacer el amor sin andar por ahí investigando a ver quién se dejaba, empezó a comer bien, le servían el plato, le tendían la cama, le lavaban y planchaban la ropa… Ya no tenía este muchacho a un mujer «buena para nada», y aparte no toma caguamas como la tal Francisca… (que para eso sí era buena, la canija)…
Entonces, podremos preguntar, ¿sí le fue bien a Juan Alberto con la nueva mujer?…. Pues aparentemente sí, pero en realidad no fue tanta belleza como él imaginaba, ya que se nos olvida a los hombres que hay unas ciertas cosas, unas ciertas situaciones que en ellas las mujeres son iguales,
sean del color que sean… Se enojan, te reclaman, te adoran, pero al mismo tiempo te empiezan a querer gobernar, te ponen «cuatros» para que te sujetes a sus órdenes, y en fin, te quieren gobernar… ¿Y por qué quieren gobernarnos?… Porque hay algo que todas tienen: son mamás, es decir, son mujeres… -aunque no tengan hijos…